Cuando se habla de verano en Portugal, el destino indudablemente es Algarve. La región más al sur del país recibe aquellos que buscan ávidamente las aguas calientes del Atlántico y el sol generoso y brillante.

Faro, la capital de Algarve, es una ciudad que en verano está en agitación permanente, poseyendo muchos puntos de interés además de las inevitables playas.

Uno de los aspectos más interesantes comienza luego por ser su centro histórico, entre las murallas árabes que el rey portugués, D. Afonso III, conquistó en 1249. Aproveche para pasear por las calles estrechas de la acera, ladeadas por cafés y tiendas atractivas. Un atractivo para los turistas, que aprovechan para conversar relajadamente en las terrazas y irse de compras de artesanías y dulcería típica de Algarve, como los dulces de Mazapán o los famosos D. Rodrigos (dulces de huevos y almendras).

Existen muchos locales importantes y de gran riqueza histórica y patrimonial. En el Largo da Sé, por ejemplo, la Catedral del siglo XIII, es un monumento de fusión barroca, gótica e renacentista que merece la pena conocer. Fíjese principalmente en la Capilla de Nuestra Señora de los Placeres, una obra de arte barroca en talla dorada, mármol y paineles de azulejos. No muy lejos, el Arco da Vila es uno de los monumentos más notables de la ciudad. Construído en 1812 por el arquitecto italiano Fabri para ser una abertura entre las murallas medievales. En la década de 1990 fue descubierto aquí un portal único, en forma de herradura, de origen árabe.

Pero afuera de la zona histórica también hay mucho para ver. Es el caso del Teatro Lethes, un antiguo colegio Jesuíta que fue reconvertido en un bello edificio de finales del siglo XIX y que ahora recibe piezas de teatro, exposiciones ocasionales y conciertos. La Iglesia de Nuestra Señora del Carmo, monumento barroco del siglo XVIII, merece la observación de la talla dorada en estilo nacional de la capilla principal y laterales, y el Palacio Bívar, en la Rua Conselheiro Bívar, es el mejor ejemplar Algarvio de arquitectura neoclásica.

Para una experiencia inolvidable de contacto con la naturaleza, vale la pena ir al Parque Natural de la Ría Formosa, una área protegida con cerca de 18.400 hectáreas que se extende al largo de 60 km de costa, entre la Playa de Garrão (al lado de la Isla de Faro) y la Playa de Manta Rota. Además de los paisajes lagunares de hacerle romper el aire a uno, constituido por islas arenosas, salinas y lagunas de agua dulce, este es el hábitat natural de una grande diversidad de flora y fauna, incluyendo aves raras.

Durante el día, puede aún ocupar su tiempo con actividades deportivas como tenis, golf y zambullo. Un conjunto de bares, discotecas y restaurantes garantizan la animación para los más noctívagos en la ciudad y en los alrededores de Faro.

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